Siendo el tapado, el underdog, el Mallorca se quedó a dos penaltis de consagrarse como campeón. Los de Aguirre hicieron un buen partido, manteniendo al Athletic donde lo quería y teniendo bastante peligro en las pocas ocasiones que llegó a la portería de Julen Aguirrezabala.

Aún realizando un partido digno de poder haberse consagrado como campeón, igual que en Anoeta la suerte de los penaltis se decantó a favor de los baleares, en La Cartuja dos fallos en la tanda, seguidos del acierto del conjunto vasco, dejaron al Mallorca sin oportunidad alguna de alzar la copa al cielo de Sevilla.

Sin embargo, la mala suerte en algo en lo que el azar juega un grandísimo papel, no tiene que empañar la realidad que fue el partido y, como hemos mencionado previamente, la gran actuación de los de Aguirre en los 120 minutos jugados.

El césped, el peor enemigo

Si algo hay que mencionar de este partido que influyese en ambos equipos es el estado del césped. Y es que el Estadio de La Cartuja tiene un gran problema con su terreno de juego, un problema que no es reciente ya que, si nos remontamos a los partidos que jugó la Selección Española en la EURO 2020 en dicho estadio, las quejas sobre el mal estado del césped ya estaban presentes.

El Estadio de La Cartuja el día antes del encuentro. | Foto: RCD Mallorca
El Estadio de La Cartuja el día antes del encuentro. | Foto: RCD Mallorca

Las malas condiciones, ya sea por una incorrecta conservación o por temas de terreno, afectaron a ambos equipos de igual forma: balones que se quedaban cortos, zonas donde el balón no rodaba correctamente y resbalones, muchos resbalones, y sino pregúntenle a Mikel Vesga (por mucho que su penalti acabase en el fondo de las mallas).

Defensivamente correctos

No era tarea fácil defender los ataques de un equipo tan vertical como es el Athletic, pero el Mallorca consiguió hacerlo bastante bien. Durante la gran mayoría del partido, los leones se veían incapaces de crear juego en la parcela central ya que, gracias tanto al mediocampo como a los centrales, el Mallorca tenía pleno control de esta, destacando el gran trabajo en la presión de Samú Costa.

Samú Costa y Ruiz de Galarreta disputando el balón. | Foto: RFEF
Samú Costa y Ruiz de Galarreta disputando el balón. | Foto: RFEF

Es cierto que el Mallorca concedió muchas ocasiones, pero estas se deben más al buen trabajo en la asociación y la creación del Athletic que en fallos de la zaga mallorquinista, de los cuales apenas hubo. El partido, por mucho que Nico Williams fuese un hueso duro de roer que incordiaba y amenazaba constantemente el área rival, la solidez defensiva volvió a verse otro partido más.

Un tigre emerge entre leones

La sorpresa del partido no fue otra que el "tempranero" gol de Dani Rodríguez. El de Betanzos culminó una gran jugada en la que, tras varios rechaces, consiguió anotar el 0-1 tras un grandísimo disparo desde la frontal del área que encajó justo en el lateral de la red.

Y es que si alguien tenía que marcar el gol de la final tenía que ser él, un hombre que, tras ver como su sueño de jugar en el Depor, el equipo de sus amores, se truncaba, decidió hacer las maletas. Lo que no sabía es que su corazón se iba a convertir bermellón, dedicando una carrera futbolística al Mallorca, un equipo al que ama y por el que deja absolutamente todo partido sí partido también, algo que se vio claramente en el día de ayer.

La delantera no estuvo del todo mal

No fue el mejor partido de los delanteros, pero tampoco el peor. Empezando por Larin, el canadiense sigue errante de cara a puerta, algo que pudimos ver apenas comenzaba la segunda mitad. Pero si destacamos esa jugada como evidencia de la falta de definición, también habría que elogiar al futbolista por el cuerpo a cuerpo con Vivian cuando parecía que el delantero mallorquinista no tenía ocasión alguna de ganar el balón.

En cuanto a Muriqi, no anotó, pero estuvo muy bien, cumpliendo con creces su tarea de aguantar el balón y ser una referencia clara en ataque. Tuvo en su cabeza el 1-2 pero Julen Aguirrezabala se lo impidió, aún así su partido se basa en realizar todo el trabajo sucio, y vaya que si lo hizo el kosovar. Bajó balones, luchó todo por arriba y supo distribuir el balón cuando estaba en sus pies.

El sueño se acaba, fue un camino bonito pero ahora toca centrarse. El próximo rival no es otro que el Real Madrid, ganarle sería dar un golpe sobre la mesa, una declaración de intenciones al resto de equipos de LALIGA y, sobre todo, tres puntos para alejarse del descenso.