Sobre Corea del Norte, su amenaza y China
El líder de Corea del Norte, Kim Jong-un / Foto: Google

El pasado martes, Corea del Norte hizo gala, por enésima vez, de su poderío nuclear lanzando desde Sunam un misil balístico que voló más de 2700km para terminar cayendo en las aguas de Japón. El proyectil, que sobrevoló la isla de Hokkaido, cerró su trayectoria a 1200km de distancia respecto a la costa nipona.

No es la primera vez que el país norcoreano ensaya cerca de Japón (lo hizo también en 1998, 2009 y 2012), pero nunca antes lo hizo sin previo aviso y con un motivo militar-nuclear. Los precedentes siempre se fundamentaron en la carrera espacial del país.

Es el septuagésimo octavo ensayo confirmado desde que Kim Jong-un llegara al poder en 2011. De ellos, la mayoría han sido de corto alcance (34). El objeto de este último respondería a una lógica con tres variantes complementarias entre sí. Principalmente, el lanzamiento es una simple prueba -otra más- de capacidad militar. Pero, además, poner en órbita este misil balístico ha servido a Corea del Norte como demostración de su capacidad para atacar Guam (isla estadounidense, objetivo militar del gobierno norcoreano). Y, evidentemente, podríamos deducir que la proximidad de la caída del proyectil con respecto a Japón constituye, también, una amenaza para Abe.

¿Es Corea del Norte una amenaza mundial?

Si bien cualquier país con arsenal nuclear comprende en sí mismo un peligro internacional, hemos de partir de dos premisas básicas con respecto al verdadero poder del país asiático.

En primer lugar, su programa nuclear consta, aproximadamente, de entre unas diez o veinte armas nucleares. Se estima, incluso, que sobre 2020 Pyongyang cuente con unas cien bombas nucleares. Sin embargo, gran parte de su artillería deriva de la URSS y es, a día de hoy, poco operativa. De ahí los intentos norcoreanos por comprimir ese poderío nuclear rudimentario en misiles balísticos más pequeños, pero con gran capacidad para recorrer miles de kilómetros.

Por otra parte, la carrera nuclear de Kim Jong-un responde principalmente a una cuestión de mera supervivencia.  En Corea del Norte son conscientes de que, con armas nucleares, ninguna potencia se atreverá a intervenir en la región. Además, las amenazas de Pyongyang tienen un destino directo y muy marcado más allá de sus vecinos del sur y Japón: Estados Unidos.

Por tanto, actualmente, Corea del Norte sí es una amenaza, más futura que presente, y sí podría alterar el transcurso geopolítico internacional. Pero, por el momento, su capacidad nuclear y militar no son indestructibles.

Entonces, ¿por qué no se acaba de una vez con la amenaza nuclear?

Lo más sencillo, lo que a todos nos pasaría por la cabeza si fuéramos líderes de alguna superpotencia, sería recurrir a la legislación internacional. O, lo que es lo mismo, a Naciones Unidas. Trump, Abe y Jae-in ya se han puesto de acuerdo no sólo para “aumentar las presiones” sobre Kim Jong-un, sino también para instar al Consejo de Seguridad de la ONU a reunirse y reaccionar.

De hecho, no sería la primera vez que Naciones Unidas dicta una sentencia sancionatoria sobre Pyongyang. Desde 2006 se han sucedido hasta siete dictámenes no favorables, viendo la luz el pasado 5 de agosto el último de ellos, que venía a prohibir el mercado de carbón, hierro, plomo o, incluso, marisco y bloquear el número de norcoreanos autorizados a vivir en otros países. Otras resoluciones previas incidían, más allá del mero componente económico, en la prohibición y el embargo de armas.

Ergo, si ha habido tantos movimientos internacionales contra el programa nuclear y éste no ha sido destruido, el problema no es la pasividad política de los grandes líderes mundiales. Y es que la verdadera razón que explica la resistencia y el continuo progreso nuclear de Corea del Norte no es otra que el apoyo de sus vecinos chinos.

China y Corea del Norte: pasado, presente y ¿futuro?

Las relaciones entre China y Corea del Norte nacen sobre la década de los cincuenta. La Guerra de Corea (1950-53) supuso un punto de inflexión en la amistad sino-norcoreana. Pekín mandó tropas a combatir por la defensa de Pyongyang, enfrentándose a los Estados Unidos y a la ONU, que mostraron su apoyo a Corea del Sur. Desde entonces, China ha apoyado política y económicamente a la dinastía de los Kim.

El influjo chino en la economía norcoreana ha sido, desde entonces y hasta ahora, providencial para que el país no cayera en el colapso absoluto e, incluso, ha permitido el desarrollo de un programa nuclear que, ahora, no le hace mucha gracia a la China de Xi Jinping.

Es precisamente el ensayo con armas nucleares el motivo de una tensión creciente entre ambos países, que llevan años sin organizar grandes cumbres conjuntas y dirigiéndose dardos en forma de declaración oficial. China ha solicitado la suspensión del programa nuclear a Kim Jong-un en numerosas ocasiones y ha apoyado las últimas resoluciones de la ONU respecto a Corea del Norte, algo que, unido al acercamiento reciente de China a Estados Unidos y Corea del Sur, no ha sentado nada bien en Pyongyang.

China asegura no tener relación militar alguna con Pyongyang, pero, la realidad es que Corea del Norte seguirá contando con su apoyo. Efectivamente, el gobierno de Xi Jinping actuaría si Seúl o Whasington tomaran la iniciativa y atacaran al gobierno de Kim Jong-un.

A China no le interesa, en última instancia, que el régimen norcoreano explote y caiga derrotado. Un hipotético éxodo masivo de norcoreanos afectaría de lleno a China, que tendría que tratar con miles de refugiados. Por otra parte, también es necesario tener presente que Corea del Norte es el único aliado militar de China en la región y la conclusión de sus relaciones podría generar una vulnerabilidad militar que podría aprovechar Estados Unidos.

Luego, a ambos países les interesa mantener relaciones, pero para China, miembro permanente del Consejo de Seguridad y país aspirante a dominar la agenda internacional los próximos años, será mucho más complicado argumentarlas. Por el momento, el gobierno de Xi Jinping apela a intervenciones internacionales diplomáticas que alivien la tensión nuclear.

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