En los tiempos que corren en el mundo de las dos ruedas, MotoGP lo es todo. Una buena trayectoria en la máxima categoría hace olvidar cualquier traspiés previo en las cilindradas menores. Es por ello que muchos, como Jack Miller, tengan tanta prisa en subir a la clase reina por miedo a 'estancarse' en Moto2, como a tantos pilotos, algunos campeones del mundo como Cortese, Terol, Luthi o Di Meglio, les ha llegado a ocurrir.

El caso de Álex Rins es, sin embargo, sumamente excepcional. Desde que llegase al Mundial en 2012, con la vitola de ser campeón de España el año anterior -lo que ahora viene a ser el Mundial Junior-, ha estado en la agenda de los mejores equipos de MotoGP, testigos de una progresión fulgurante. Un crecimiento que, todo hay que decirlo, no se ha visto traducido en títulos mundiales. Algo muy inusual. Se quedó a las puertas en 2013, cuando Viñales le quitó el cetro de Moto3 en la última curva de Cheste, y fracasó en 2014, cuando era el máximo candidato.

Tras un increíble año de rookie en 2015, Rins ha vuelto a encontrarse con la misma situación que hace dos temporadas: todas las miradas estaban puestas en él. Es cierto, Zarco era el campeón y seguía en la categoría, pero el galo nunca ha estado tan predestinado como Rins a hacer cosas grandes en MotoGP. Rabat, campeón en 2014, puso pies en MotoGP, mientras que los Lowes, Luthi o Folger parece que les falta algo de talento, regularidad o calma para pelear durante una temporada al completo con los mejores.

Foto: Mirco Lazzari/Getty Images

Todo se le puso de cara a Rins en el primer tercio del curso. Cosechó dos victorias en Austin y Le Mans y solucionó su futuro a corto plazo en la máxima categoría, firmando por Suzuki para 2017, un equipo al alza que en apenas dos años ha pasado de llegar a MotoGP a pelear podios con Honda y Yamaha. Parecía que los astros se alineaban para que Rins se olvidase de los fichajes y se centrara en completar un palmarés vacío de títulos mundiales. Pero no iba a ser nada fácil.

Tres meses sin ganar

Desde el Gran Premio de Italia, Zarco ha encadenado hasta cuatro victorias y un segundo puesto, mientras que Rins sigue sin ganar desde el mes de mayo. Eso ha hecho que el francés, que parecía hundido tras su caída en Le Mans, haya vuelto al liderato, únicamente ensombrecido por su mala actuación en la acuática carrera de Brno, en la que sólo pudo ser undécimo. Allí Rins fue segundo, tras Folger, y lanzó el mensaje de remontada. No se va a rendir tan fácilmente.

Foto: Mirco Lazzari/Getty Images

Es un duelo exclusivo entre dos pilotos, puesto que, aunque Lowes se mantenga a una distancia prudencial de 44 puntos de desventaja con Johann Zarco, se ha visto en los últimos meses que sigue teniendo los mismos problemas de constancia que en temporadas pasadas. Lo mismo se puede decir de Luthi, lesionado en la República Checa, Folger o Nakagami, ganadores de carreras en la presente temporada.

¿Ilusión u obligación?

Para Rins, el sueño de la remontada tiene dos lecturas. Por una parte, la de la ilusión. La ilusión por conseguir un título mundial que merece y que le ha sido esquivo, quizás injustamente, en algunas ocasiones. La ilusión por batir a uno de los pilotos más completos que hay en el panorama mundial, como es esta versión de Zarco. La ilusión por demostrar, de una vez por todas, que es un piloto preparado para MotoGP y que no sólo atesora talento, sino también garra de campeón.

Pero, por desgracia para él, también es una obligación. Muchos tildarán de 'fracaso' la temporada del barcelonés en caso de no levantar el título a final de año. Otra vez más sería el favorito y no cumpliría los pronósticos. Y lo que es más importante: subiría a una moto oficial sin títulos mundiales previos, mientras que Zarco, que sería bicampeón, se tendría que conformar con una moto satélite, la Yamaha, ida a menos en los últimos años. Y eso generaría muchísimo debate. Es un escenario peligroso para Rins. Quedan siete finales y un sueño: ser campeón. ¿Una ilusión o una obligación?

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Sobre el autor
Rubén Gómez
Periodismo en la Universidad Autónoma de Barcelona.