Terror anabaptista en Münster (1534-1535)
Johann Van Layden, Taufe. Fuente:Wikiwand

Desde la Baja Edad Media existía un descontento generalizado con la Iglesia, los papas, el clero y todas aquellas prácticas religiosas que venían de antaño, además de un deseo de volver a las enseñanzas genuinas del Evangelio, aquellas sin los añadidos posteriores ni las interpretaciones tendenciosas.

Los orígenes: la ruptura de la cristiandad

La decadencia del papado era más que evidente tras la estancia de la sede pontificia en Avignon (1309-1377) y el cisma posterior (1378-1417). El llamado Concilio de Constanza (1414-1418) no sirvió para consolidar ni su autoridad ni su prestigio. En los siglos XIV y XV fueron adquiriendo mucha importancia las teorías conciliaristas, que defendían la superioridad de los concilios sobre el propio papa, y, junto a ellas, las tendencias nacionales, donde las Iglesias de buena parte de territorios europeos aspiraban a una total independencia del poder de Roma. También por aquellos tiempos existía una corriente de pensamiento que tendría un papel decisivo en la Reforma posterior, el regalismo, el poder religioso de los príncipes, que consistía en la pretensión de los reyes de gobernar en sus iglesias, como por ejemplo el regalismo francés, el galicanismo, o el de Inglaterra, el anglicanismo… Por supuesto que en Alemania también existían pretensiones regalistas. 

Además, las quejas contra las exigencias fiscales y las injerencias en materia jurídica de Roma se habían materializado desde hacía tiempo en los llamados Gravamina Gernaniae (1455), una lista de quejas contra los papas de las que se harían eco los emperadores o la Dieta del Imperio. La oposición a Roma servía de aglutinante para la formación de un incipiente sentimiento de germanidad. Aquella visión negativa de los pontífices era compartida por muchos otros territorios europeos y el desprestigio afectaba también a los eclesiásticos. Por aquel entonces, la acumulación de beneficios era un mal muy extendido por los representantes de la Iglesia, lo mismo que el absentismo de éstos.

Por otra parte, la religiosidad de la mayoría de las gentes estaba llena de supersticiones, ritos y creencias de lo más absurdas, fuertemente teñidas de paganismo. La creencia en una permanente intervención sobrenatural llenaba el mundo de milagros, lugares y objetos sagrados… y, entre todo esto, había una tremenda obsesión por la salvación.  Pronto daría cuenta la Iglesia de los tremendos beneficios que esto podría reportarle. Nacería así el tráfico de indulgencias, merced a la creencia extendida en el Purgatorio. El Papa era, en última instancia, el gran beneficiado de dicho tráfico (de suma importancia para la construcción de la Basílica de San Pedro) debido a las indulgencias especiales que el propio papa concedía mediante la oportuna bula.

Toda esta religiosidad tan viciada se vería acompañada por la tremenda difusión, a comienzos del siglo XVI, de un terrible clima apocalíptico (sobre todo en los territorios alemanes). Era muy extendida la idea del fin del mundo y el Juicio Final, lo que incrementaba la conciencia de pecado y un temor a un Dios temible. Vinculado al fin del mundo estaba también la figura del Anticristo. Aquella conciencia de la degradación de la fe y las prácticas religiosas estaba tan difundida que daría lugar al surgimiento de diversas iniciativas reformadoras.

Lutero exponiendo sus 95 tesis. Fuente: http://www.iglesiapueblonuevo.es
Lutero exponiendo sus 95 tesis. Fuente: http://www.iglesiapueblonuevo.es

Es aquí cuando hace aparición la figura de Martin Luther, más conocido como Lutero (1483-1546), y sus más que famosas 95 tesis acerca de las dichosas indulgencias, que cambiarían para siempre el devenir histórico, con el surgimiento del protestantismo y de la réplica de Roma con la Contrarreforma. Tras él vendrían más reformadores, como el suizo Ulrich Zwinglio (1484-1531), o el francés Jean Cauvin, más conocido como Calvino (1509-1564).

Rebeliones y reformas radicales

La expansión de las doctrinas de Lutero no fueron siempre del agrado del reformador, que solía reaccionar con dureza contra quienes amenazaban el orden social y/o desacreditaban su obra, de carácter esencialmente espiritual,  para la que consideraba esencial el apoyo del poder civil. Fueron muchos quienes aprovecharon la ocasión para tratar de subvertir el orden de las cosas, desde los propios convecinos de Lutero en Wittenberg, a raíz del largo encierro de éste en el castillo de Wartburg tras la Dieta de Worms, o la manifestada por los caballeros del suroeste de Alemania, que veían comprometida su situación política y militar. Muchos de ellos, bajo el liderazgo del humanista Ulrich von Hutten y el caballero Franz von Sieckingen, intentaron aprovecharse de la Reforma para ocupar y secularizar las tierras del arzobispado de Tréveris (1522-1523). Fue un fracaso debido a la solidaridad que se dio entre los príncipes alemanes, nada dispuestos a tolerar que se pusiera en duda su posición de privilegio.

Luego vino el turno de los campesinos (1524-1525). Iniciado en la zona meridional de la Selva Negra, se propagó por el sur y por el este. Se trataba de un movimiento algo confuso, desorganizado  con diversos focos y expresiones, en los que se mezclaba el Evangelio con reacciones antiseñoriales, ciertos anhelos de un mejor reparto de las propiedades eclesiásticas y algunas que otras propuestas igualitarias… Aunque los objetivos principales eran los castillos y los monasterios, también atacaron alguna que otra ciudad, con acciones algo violentas, incluida la destrucción de imágenes y las reacciones anticlericales.  Ya por entonces surgirían algunos movimientos, como en el Tirol (1525-1526), bajo la influencia de Michael Gaismair, donde se proyectaba una sociedad utópica e igualitaria, en la que prácticamente había desaparecido la propiedad privada.

Coincidiendo con aquellas sublevaciones campesinas, tuvo lugar la utopía de Thomas Müntzer (1489-1525), que en cierta manera antecede a la de los anabaptistas. Müntzer mezcló sus afanes reformadores con la preocupación por las personas pobres y sus sueños delirantes de crear una Iglesia para los elegidos, identificando a los más desfavorecidos con dichos elegidos. Se tuvo que enfrentar tanto al propio Lutero como a los poderes civiles, instalándose en la ciudad libre de Mühlhausen (Turingia) y, tratando de realizar allí sus pensamientos, se aprestó a defenderla por las armas, poniéndose al frente de aquellos desorganizados campesinos pobres, pues estaba convencido de que el propio Dios dirigiría a su ridícula tropa y les haría vencedor. No se tardó en hacerle ver su error. El 15 de mayo de 1525 fueron derrotados de una manera severa en la Batalla de Frankenhausen. Ni que decir tiene que Müntzer fue torturado y decapitado para dar así un escarmiento a todo aquel que quisiera imitarle. No obstante, habría más revueltas campesinas, aunque todas ellas fueron derrotadas. El propio Lutero colaboraría en las represiones contra dichas sublevaciones, incitando a los señores.

Thomas Müntzer arengando a los campesinos a la lucha. Fuente:http://araceliregolodos.blogspot.com.es
Thomas Müntzer arengando a los campesinos a la lucha. Fuente:http://araceliregolodos.blogspot.com.es

Los anabaptistas

Pero la ira de Lutero iba más encaminada contra otros dos grandes enemigos, el reformador suizo Ulrich Zwinglio, y, sobre todo,  los anabaptistas. Los anabaptistas eran una serie de grupos y tendencias varias poco organizadas, que se autodenominaban hermanos, los cuales desataron las iras y persecuciones tanto de los poderes civiles como de Lutero y Zwinglio. La Dieta de Spira (1529) convirtió la prohibición del anabaptismo en Ley imperial.

Con la denominación de anabaptistas se alude a su decisión de rebautizar o posponer el bautizo a la edad adulta, tal y como hizo Jesús de Nazaret, lo que provocaría una tremenda reacción en contra, como también una oposición a su igualitarismo radical y a su negación de cualquier forma de iglesia y sociedad civil. Tenían todo en su contra, a lo que se sumaba su carácter sectario, pues se consideraban como los únicos elegidos por el espíritu santo. En todas partes se verían sometidos a persecuciones lo que les daría una conciencia de martirio, así como de unos emigrantes permanentes. No obstante, su espiritualidad y su desprecio por los llamados poderes terrenales, les convirtió por norma en pacifistas, enemigos del pago de impuestos y contrarios a cualquier compromiso cívico.

Toda manifestación del anabaptismo, desde sus primeras expresiones en Suiza, fueron reprimidas. Al principio buscaron la transformación personal, pero, más adelante, algunos de ellos buscaron también cambiar a la sociedad, como los Hutteritas, una comunidad de hermanos de la zona minera de Tirol, inspirados por Jakob Hutter, quien proponía abolir toda propiedad privada. Fue quemado en 1536. Otros grupos de anabaptistas, convencidos de la proximidad del fin del mundo, muy acorde con la época, trataron de crear en la tierra una especie de Jerusalén celeste, como fue el caso del peletero Melchior Hoffmann

Imagen de la ciudad de Münster en 1534. Fuente: Wikipedia
Imagen de la ciudad de Münster en 1534. Fuente: Wikipedia

El terror en Münster

Pero, sin duda, la experiencia más significativa de aquellos movimientos se produciría en los Países Bajos, donde algunos como el panadero de Haarlem  Jan Mathijs hicieron realidad, en la ciudad de Münster (1534-1535), la alocada idea de que el reino de Dios habría de establecerse por medio de la violencia y la espada, para lo cual instauró, junto a sus seguidores, una especie de régimen de propiedad común, donde no existirían las monedas, ni los víveres privados, y donde las casas deberían tener siempre las puertas abiertas. Aunque este iluminado moriría demasiado pronto como para poder ver realizado su sueño, su sucesor, un antiguo sastre, Jan van Leiden, lograría incrementar aún más su dominio sobre aquella ciudad. Cesaría al Consejo de Münster con la excusa de que había sido elegido por los hombres, atribuyéndose enseguida todo el poder como designado por Dios, y haciéndose acompañar por doce jueces en claro recuerdo a las doce tribus de Israel. No tardaría la ciudad en verse sometida al asedio por parte del desposeído obispo y por una alianza de príncipes católicos y protestantes, extendiendo dentro de la ciudad el fanatismo, el hambre y una mayor conciencia colectiva. Al igual que pasó años atrás con Müntzer, éstos estaban seguros de que el Mesías bajaría a luchar junto a ellos y, por tanto, no estaban muy preocupados por aquella situación.

Leiden decretó, en mayo de 1534, la poligamia como asunto mayor, con pena de muerte para quien osara oponerse. También, como el número de hombres se iba reduciendo debido a los enfrentamientos contra quienes tenían sitiada la ciudad, obligó a todos los varones con edad suficiente como para casarse a tomar a todas las mujeres sin límite, y a las jóvenes núbiles a aceptar al primero que las solicitara. El propio Leiden llegó a tener doce esposas. Ademas, en septiembre, se haría ungir como Rey del pueblo de Dios, de la nueva Sión. El control sobre la vida de la población y los comportamientos que regían la ciudad se harían cada vez más agobiantes. En una ocasión, una de las esposas de Leiden fue decapitada en la principal plaza por el mero hecho de murmurar sobre él, tras lo cual pisoteó su cadáver delante de toda la muchedumbre. Ante la apremiante escasez de alimentos, expulsó a niños, ancianos y mujeres, aunque muchos de ellos fueron asesinados tras pasar por la muralla.

Aquel horror debía acabar. Y sucedió el 25 de junio de 1535, cuando unos traidores, posiblemente hartos de tanta muerte y hambre, abrieron las puertas de la ciudad y dejaron pasar a unas tropas sedientas de venganza. La represión fue brutal. Los dirigentes de aquella locura fueron condenados a morir asados públicamente en unas parrillas, y sus cadáveres se expusieron en unas jaulas de hierro colgadas de la torre de la Iglesia de San Lamberto (dichas jaulas aún pueden verse en la actualidad).   

Detalle de las jaulas en la Iglesia de San Lamberto en la actualidad. Fuente: Pixabay
Detalle de las jaulas en la Iglesia de San Lamberto en la actualidad. Fuente: Pixabay

Los últimos restos del anabaptismo, sobre todo en los Países Bajos y en el norte de Alemania, serían incluidos por un antiguo sacerdote católico, Menno Simons (1496-1591), quien lo convertiría en una espiritualidad interior, basada en el dolor y la aceptación pasiva de las persecuciones. No obstante, dicho movimiento se extinguiría al poco de morir, aunque tendría algunas manifestaciones posteriores: "los menonita".

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