El Sadar acogía una de esas finales anticipadas que marcan el devenir de un equipo. Osasuna sumaba tan solo dos puntos y la primera victoria del curso se antojaba tan necesaria como el comer. El cielo de Pamplona se teñía de rojo para recibir la visita de Las Palmas y forjar una fortaleza de donde tan solo el conjunto local pudiera salir triunfante. Los amarillos, con la intención de no volver a permitir que un equipo reviviera a su costa -lo hizo la Real Sociedad en Anoeta-, anhelaba regresar a la senda de la victoria a domicilio.

El colegiado decretó el inicio del encuentro y los visitantes pusieron el cuero en movimiento. No había vuelta atrás. Regenerarse o morir para Osasuna; seguir escalando y sumando puntos para la Unión Deportiva. Partían los rojillos con línea de cinco defensas, si bien fueron los primeros en infundir miedo en el área rival a través de una internada por banda. Sin embargo, Roque Mesa empezó a pretender que se bailara al son que él mismo mandaba.

El primer contratiempo para los pupilos de Setién llegó en el minuto 5 de partido. Iglesias Villanueva pitó penalti por mano de Boateng tras una embrollo dentro del área. Disparó Roberto Torres y convirtió por el centro la pena máxima. No pudo hacer nada Raúl Lizoaín. Mismos fantasmas que en Anoeta para Las Palmas frente a un guion inesperado por ideal para Osasuna. 

La recurrente falta de tensión y la reacción ulterior

El gol de Torres desde el punto de penalti supuso la confirmación del mayor problema amarillo: falta de intensidad al comenzar los partidos. Los locales eran conscientes de que la situación se les ponía de cara, y eran los canarios quienes estaban obligados a tomar la iniciativa. El poco rigor defensivo volvió a azotar con fuerza, si bien no sería motivo para aparcar el ahínco y la viveza en el camino hacia la remontada. 

Roque, desactivado durante los primeros minutos

Osasuna se mostraba cómodo en la nueva coyuntura. Replegarse y lanzar los contragolpes que pudieran efectuar en busca del 0-2; mientras, Roque se encontraba maniatado en la medida en que Enrique Martín preparó un cerrojo que le desactivara. No podía recibir con facilidad el futbolista teldense merced al entramado defensiva que impedía que Las Palmas pusiera su maquinaria a funcionar. 

El asedio amarillo era patente desde el minuto 15 de partido. Defensa muy atrás y líneas resguardadas a expensas de abrir las alas en ataque en contraataques. No obstante, la posesión de la Unión Deportiva era estéril y no producía tantas ocasiones como le gustaría. Hasta que Macedo, Tana y Vicente hilvanaron una buena jugada que terminó en saque de esquina, aunque dejaba entrever las intenciones del cuadro visitante.

La paciencia no es solo la madre de la ciencia

Las Palmas había conseguido hacerse con el control del juego gradualmente. Los centrocampistas tomaban el mando y elaboraban, pero no traducían en efectividad las oportunidades de las que disponían. Osasuna no era capaz de abrir el campo y de manejar los tiempos, pero la falta de resolución de sus rivales no les ponía en graves apuros. Aun así, la parroquia insular demostraba que la paciencia es también madre del fútbol, por mucho que no mantengan una melódica rima. 

Las combinaciones por dentro y en corto no auguraban buenos resultados. Así las cosas, Las Palmas trataba de encontrar oportunidades claras a través centros al área. No surtía el efecto deseado y los rojillos, que tanto habían estado especulando con sus basculaciones y sus obligaciones defensivas, amenazaban con desplegarse en atisbos momentáneos. A pesar de ello, el balón tomaba color amarillo. 

Uno de los pocos remates peligrosos hasta entonces por parte de la Unión Deportiva fue conectado por Vicente Gómez en el minuto 36. Pero Osasuna decidió empezó a presionar con mayor compenetración, incomodando la mesura visitante y torpedeando sus elaboraciones. Y el primer percance para los locales llegó en forma de susto en relación a Nauzet Pérez, el guardameta canario. El cancerbero superó hace poco una lesión de hombro, parte en la que precisamente aquejaba el dolor. 

Un cúmulo de interrupciones de efecto diferente

A partir del minuto 40, a tan solo cinco del descanso, el partido entró en una vorágine continuada de interrupciones que trastabilló la vocación ofensiva amarilla. Osasuna, por su lado, ganó en fuerzas y en tranquilidad, apaciguando el fuego de su propia área. Añadió 120 segundos de prolongación el árbitro como consecuencia de las desavenencias a lo largo del partido. 

Parecía que moría la primera mitad, pero un balón en largo, acorde con las pretensiones locales, permitió que Sergio León colocara el 2-0 en el electrónica. Gran maniobra y balón por debajo del cuerpo de Raúl Lizoaín para poner tierra de por medio antes del descanso. El Sadar soñaba encandilado y Las Palmas volvía a desenterrar viejas sensaciones. El equipo que enamoraba en las primeras jornadas se comenzaba a difuminar. 

Mismas tornas, distinto premio

Arrancaban los segundos cuarenta y cinco minutos sin ninguna variación en ambos equipos. Objetivos bien distintos en Pamplona. Osasuna pretendía aguantar el resultado y, si procedía, incrementarlo; Las Palmas trataría de revertir el marcador y las sensaciones, pero tendría que luchar contra sus propios miedos. Así pues, la dinámica parecía que podría ser la misma que en la primera mitad. 

Asedio amarillo desde el minuto 50

No tardaron demasiado los entrenadores en mandar calentar a los suplentes. Quique Setién dio esa misma orden a Dani Castellano y a Asdrúbal, inédito en el presente curso liguero tras su frustrada cesión al Elche. Los efectivos que pugnaban sobre el verde no desistían; la batalla no había acabado y en el minuto 50 el choque tomaba la forma de asedio visitante, como si de los últimos instantes de vida se tratara.

El porcentaje de posesión ascendía hasta un 72% para la Unión Deportiva, que no era capaz de traducirla en guarismos favorables. Exceso de juego horizontal en el cuadro canario, hasta que un fogonazo de Vicente Gómez fue la prueba de que la impasividad y la falta de verticalidad se solventan de un modo más directo. Buen testarazo del centrocampista para recortar distancias en el marcador. 

La ventaja de no decaer 

La diana de Vicente ajustó el resultado. 2-1 y el guion probablemente previsto por Setién en el descanso ya daba sus frutos: gol tempranero y asedio perpetuo, con fortaleza defensiva en los contragolpes. Osasuna no hallaba soluciones y se resignaba a seguir defendiendo, cual gato panza arriba. Así, Enrique Martín introdujo a Tano en el campo y sustituyo a Fuentes e hizo lo propio con Jaime, en detrimento de Sergio León, algo renqueante. 

La Unión Deportiva apretaba con mayor firmeza. Los balones al área llegaban casi en paralelo con la línea de gol, faltando únicamente el remate que terminara colocando el empate. Sabedores los rojillos de las vicisitudes que plantearían los amarillos, la intención era poner trabas a cualquier opción ofensiva en forma de falta o de interrupciones. Peso a ello, Osasuna no renunciaba a la posibilidad de estirarse en determinados momentos. 

El cuerpo técnico visitante quiso añadir mordiente y realizó un doble cambio con el que prolongar el asedio. Momo entró al terreno de juego en sustitución de Mateo García, mientras que Dani Castellano lo hizo para reemplazar a Hélder Lopes. De este modo, la opción de colgar balones al área se acrecentarían. Además, el balón parado continuaba siendo otra baza inquietante para los intereses pamploneses. 

Un cuarto de hora para decantar la balanza

El desgaste físico y mental hacía mella en ambos bandos. Osasuna había tenido que correr y defender durante todo el partido, mientras que Las Palmas seguía sin encontrar la fórmula de penetrar en el área rival y conseguir, por lo menos, el empate. La segunda mitad destacaba por las faltas cometidas, las amarillas enseñadas por el árbitro y la escasa producción realizadora. 

Quique Setién agotó la última bala que mantenía la recámara en forma de cambio. Decidió sustituir a Aythami Artiles, jugándose el todo por el todo, y dar entrada al debutante en esta temporada, Asdrúbal. Fue entonces cuando un disparo de Boateng, de volea, se marchó al palo de manera repentina. Agonizaba el encuentro mientras los amarillos, atónitos y repletos de nervios, se lamentaban cariacontecidos. 

Y no cesó el asedio.  Y no se rindió la parroquia canaria. Y el premió acabó llegando. Saque de esquina de Tana, desbarajuste defensivo en las marcas por parte de Osasuna, y David García empuja el balón, con más corazón que cabeza, para colocar el empate en el electrónico. Lo intentó el cuadro rojillo posteriormente, pero el marcador no se movió. Empate a dos en El Sadar que deja sabores de boca distintos.