Imparable e incansable. El Real Madrid no se cansa de coleccionar títulos. Dos Supercopas seguidas acompañadas por el mismo número de Copas de Europa alargan esta etapa histórica que cada vez perdura más y más. Zidane sigue fiel a su estilo: sufre como cualquiera para alimentar la euforia de la victoria. Cada triunfo hace más indescifrable esta ecuación ganadora.

No había vuelta atrás. Pasadas las jornadas mediáticas que inundan julio con amistosos de pretemporada, tocaba finalizar la espera. Dos meses y cinco días habían pasado desde que en Cardiff se alzara la duodécima Champions. Cuatro años desde que Mourinho abandonó el Bernabéu por la parte de atrás. La Supercopa era una cita repleta de sensaciones: el paseo de los dos trofeos de campeones europeos desde la boca de vestuarios hasta el centro del campo dejaba constancia de la vitalidad del encuentro. Nadie ha levantado nunca dos Supercopas de Europa seguidas y el Madrid, cuyos estímulos nacen de lo inédito, no quería ser menos. El Manchester United buscaba rehacerse en la élite en la que un día habitó derrotando al coloso de los títulos europeos. 

Ronaldo, sin minutos en las piernas desde hace más de un mes, esperó su turno en el banquillo. Los nuevos le acompañaron mientras que Mourinho, con su arriesgado y provocador carácter, no dudó en apostar por Lukaku, Lindelof y Matic, sus tres novedosas armas. Además, la ilusión de Mourinho de ver a Bale en el banquillo se disipó cuando el galés empezó galopando en la misma banda del portugués desde el primer minuto. 

El Real Madrid no podía entregar el dominio al Manchester United. El mayor número de partidos disputados del conjunto inglés (tres amistosos más) les otorgaba una mayor facilidad para hacer daño y unas facultades físicas considerablemente superiores. Así, Kroos y Modric debían dirigir el juego buscando el oxígeno que los de Zidane necesitaban. Desde el primer compás el frenetismo se adueñó del ritmo del partido gracias a la velocidad blanca y a las milimetradas salidas del United. 

Mourinho no tardó en acoplar el desarrollo de la historia a su guión preferido. 'The Special One' renegó del trato del balón y sumergió a su equipo en un asedio en el que se sentía cómodo. La primera parte se basó en los innumerables intentos desde la frontal del Real Madrid y del constante peligro de las segundas jugadas madridistas. Precisamente en este tipo de ocasiones es Casemiro el que mejor las maneja; ya lo hizo ante el Nápoles y ante la Juventus. Avisó a los diez minutos con un disparo al travesaño pero su partido le exigía firmar una actuación mejor y abrió al marcador tras veinticinco minutos repletos de esfuerzo. 

Casemiro se coló entre las rojas torres inglesas. Carvajal descolocó al Manchester United situándose en una posición centrada y con un sutil pase bombeado, puso el cuero a la pierna del brasileño. El centrocampista solo tuvo que empujarla para reafirmarse como el jugador que cumple en todas las finales. La defensa juventina sufrió su desgaste incesante en junio, que se ha mantenido intacto en estos dos meses que han transcurrido. Se coronó como el mejor jugador de la primera parte tras deslumbrar tanto en el plano ofensivo como en el defensivo.

El tanto resquebrajó los planes del United. Las líneas se adelantaron pero el egoísmo inglés y el trabajo defensivo del equipo de Zidane hicieron que el marcador no se moviera en el resto del primer período. Lukaku no estaba fino y Lingard, que hasta forzó una amarilla, pedía a gritos la sustitución tras la reanudación. Pogba gozó de numerosas ocasiones pero su ambición le condujo a fallar cada oportunidad por quedarse sin espacios.  

Mourinho quiso reactivar la energía necesaria dando entrada en la reanudación a Rashford pero se topó con la determinación de Isco. El malagueño volvió a aparecer de la mano de Bale y ambos rompieron con dos pases a la defensa. La pared, realizada desde la frontal del área, dejó atónita a la defensa que vio en primera fila cómo Isco batía a De Gea sin apenas despeinarse. Zidane cambió los gritos por los aplausos. Algo iba bien.

La falta de concentración castigó a los de Zinedine Zidane. José Mourinho quiso añadir (aún) más poderío físico a su juego y acertó. Fellaini saltó al campo y ganó un balón gracias a su altura, Matic -haciendo gala de su llegada- remató y Lukaku, siempre al acecho, atrapó el rebote procedente de Keylor Navas. El partido se apretaba con el primer gol oficial del ex jugador del Everton. 

El último cuarto de hora estuvo desbordado por los hechos acontecidos. Cristiano salió de su primera suplencia en la era Zidane; Keylor Navas se vistió de héroe a diez minutos de final deteniendo un mano a mano versus Rashford y De Gea le contestaba con detenciones de libro. Los siete minutos de añadido le fueron insuficientes al Manchester United para poner las tablas en el marcador. La cuarta Supercopa ha llegado. El Real Madrid se ha coronado de nuevo como supercampeón europeo y el trono mundial le está esperando otra vez. 

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Sobre el autor
Tomás Jiménez
Todos queremos volver a ver el fútbol con el que los jugadores se manchaban de barro. Escribiendo sobre la selección española y el Granada CF. Antes en Capital Deporte.