La UE Llagostera deberá encomendarse a un milagro para salvar la categoría. Un milagro de los grandes, de los históricos. Un milagro al nivel del España-Malta, de las ligas del Barça en Tenerife o de las remontadas de Juanito. Pero los milagros existen.

Éste mismo club es ya un milagro en sí mismo. Es un milagro estar en la Liga Adelante. Así pues, si alguien sabe de milagros es Oriol Alsina. Él ya sabe lo que es multiplicar panes y peces en el mundo del fútbol. El mesías del Llagostera ya sólo piensa en ganar al Leganés y al Zaragoza (reto difícil y bonito) y esperar los correspondientes rebotes que dejen al Llagostera en el lugar que por méritos propios ha merecido: la segunda división.

Y lo ha merecido no por ser un equipo de fútbol bonito y vistoso, ni por ser uno de los mejores equipos en casa, ni siquiera por humilde y simpático. Lo ha merecido por ser el equipo más perjudicado con los arbitrajes en todas las categorías del fútbol nacional. La “mala suerte” en éste aspecto ha sido tremenda. Los datos, demoledores. Son ya 23 puntos perdidos objetivamente por ésta causa. Ayer lo vivió en sus carnes Jesús Imaz, al que anularon un gol por un fuera de juego inexistente. Podría haber cambiado la historia del partido y del Llagostera.

Pero ya antes, el Almería había demostrado porqué está en la situación que está: por ser un equipo de primera división en segunda división. Un equipo que sabe jugar, con velocidad, con músculo, con ganas y con mucha calidad. Pero también, un equipo agarrotado por los nervios. Un conjunto que, en un estado de ansiedad tremendo, no ve puerta. Las piernas tiemblan al llegar al mano a mano con el portero.

Otra vez René, salvó a su equipo con intervenciones estelares. También hubo tiros al palo. Quique se dedicó a fallar una ocasión tras otra y Dubarbier, el mejor de su equipo, a hacerlo todo bien menos el remate a puerta. Con el Llagostera superado en el centro del campo, los visitantes ponían velocidad con el balón y presión sin él. Los locales acabaron la primera mitad con un 56% de posesión de balón, pero la sensación era de dominio almeriense. Y de nervios y miedo.

Entre los nervios y el miedo

En el segundo tiempo, nada o casi nada cambió. Quizás el Llagostera se acercó más a la meta de Casto, pero las ocasiones claras eran falladas con el mismo síntoma de los jugadores del Almería: la ansiedad. Precipitación en los controles y en los disparos, pérdidas absurdas de balón que provocaban contragolpes, jugadas a balón parado que no creaban ningún peligro…

Las subidas por la banda de Samu de los Reyes, pusieron contra las cuerdas al Almería en varias fases del partido, pero los catalanes no supieron tener esa fuerza mental necesaria para aprovecharse precisamente de la ansiedad y debilidad mental de los visitantes. Mientras, pasaban los minutos y comenzaban a pesar las piernas por el partido de Anduva. Incluso se llegó al sufrimiento con las claras ocasiones, otra vez, del equipo almeriense. Otra vez René y el palo. Otra vez la ansiedad de cara al gol. La agonía final de los dos equipos dejó una imagen muy triste. La cara de los jugadores en un constante quiero y no puedo. La mirada al marcador para ver cuántos minutos quedaban. El estado del público que no sabía si animar o resignarse. Los entrenadores en la banda con la mirada perdida. La desilusión.

Pero sólo cinco minutos después de acabar el partido, los jugadores y técnico del Llagostera ya se dieron cuenta de que el milagro son ellos. La historia ya está escrita. Una historia milagrosa. Por eso la gente cree en el Llagostera. Porque aunque bajen a segunda B, son un milagro.

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