El 16 de julio de 2014 aterrizaba en Madrid Jan Oblak. Portero esloveno que llegaba del Benfica a cambio de 16 millones de euros. Una cifra desorbitada para la época. 

Casi diez años después, Oblak, que llegó como sustituto de Courtois y empezó su andadura como rojiblanco como suplente de Moyá, se ha convertido en uno de lo porteros más importantes de la historia del Atlético de Madrid.

Ríos de tinta se han escrito alabando a un portero espectacular, que ha cerrado su arco en más de 200 ocasiones durante esta década. Sin embargo, la tendencia parece que está cambiando. Ese portero que ganaba partidos y, por qué no decirlo, campeonatos ha bajado un poco su nivel curiosamente al mismo tiempo que la defensa rojiblanca se desangra. Las apariciones estelares que el hincha atlético ha presenciado día sí y día también, en la orilla del Manzanares y en el Metropolitano, han dado paso a intervenciones puntuales que no hacen más que recordar de forma nostálgica que durante varios años el mejor portero del mundo vestía la camiseta rojiblanca.

Conviene destacar que, pese a ello, el portero esloveno sigue siendo muy seguro bajo palos. Una seguridad que otros porteros de LaLiga soñarían con tener pero que para Jan no es suficiente. Ahora el debate está en la calle, ¿debe el meta esloveno seguir de rojiblanco o conviene airear la meta rojiblanca en busca de algún rostro nuevo? 

Esta respuesta solo podrá darla una dirección deportiva que, hasta el momento, no parece tener un rumbo claro en la política de fichajes pero lo que si parece evidente para todo hincha del Atleti es que Jan Oblak se ha ganado el derecho a decidir que quiere hacer. Como Koke. Y como en su momento los Gabi, Raúl García o Fernando Torres, entre otros. Pase lo que pase y haga lo que haga Oblak, el de Skojfa Loka será para siempre leyenda del Club Atlético de Madrid.