Que los partidos del Atlético de Madrid no son un camino de rosas es algo que bien sabe ya la afición colchonera. El Atleti tiene la dudosa habilidad de ser capaz de ganarle a cualquiera pero también de sufrir lo indecible contra el rival que sea, independientemente de su nacionalidad, división o situación. 

Y estos dos últimos enfrentamientos en el Metropolitano no han sido diferentes. El Atlético remontó en la noche del domingo a un Cádiz que no llegaba en su mejor momento pero que llegó a ponerse con un 0-2 en el marcador. Los de Simeone, todo corazón, le dieron la vuelta al partido y a media hora del final ya ganaban 3-2, resultado que duraría hasta el pitido final del árbitro. Para más inri, tres días después, en lo que se presuponía una bonita tarde de Champions League (el partido se disputó a las 18.45 horas), el Feyenoord se adelantó hasta por dos veces en el electrónico para acabar sucumbiendo también por 3-2 ante el equipo colchonero.

En estos partidos la debilidad defensiva y una abusiva cantidad de lesiones que no permite hacer rotaciones se ha conseguido suplir con una pegada tremenda, en parte responsabilidad de un extraordinario Álvaro Morata, y con un ambiente en las gradas que, esta vez sí y a diferencia del inicio del curso pasado, empuja al Atlético de Madrid a mostrar su mejor versión.

Sin embargo, estas remontadas, que recuerdan a la temporada 2020/2021, en la que se conquistó el título de Liga, siembran algunas dudas en la afición y la pregunta de hasta cuando se podrá sostener esto. De momento, las cuatro victorias consecutivas (derbi incluido) tapan algunas carencias como las mencionadas anteriormente. Sin embargo, en una situación en la que el físico y el desempeño de algunos jugadores recuerda al del inicio de la campaña pasada, el Atleti suma de a tres, es líder en su grupo de Champions y sigue enganchado en la parte alta de la tabla en La Liga, incluso con un partido menos.

A falta de buenas sensaciones en algunos aspectos, el Atlético gana, gana y gana. Próxima parada, Real Sociedad. Y luego, dos semanas para respirar.