En el año 2013 Don Valentín Fuster, eminente cardiólogo reconocido mundialmente como ejemplo de toda una vida dedicada al desarrollo, la puesta en marcha de equipos multidisciplinares tanto en el tratamiento como en la investigación de las enfermedades cardiovasculares, escribió el libro El círculo de la motivación, una obra que más que un manual de autoayuda se podría calificar como el estudio y la exposición de las claves que tiene a su alcance el ser humano para superar obstáculos, levantarse y comenzar desde cero. Claves para descubrir talentos y vocaciones, para poder desarrollarlos y elegir de manera acertada el camino y la educación adecuada para que las personas, si no pueden ser más felices, al menos se sientan más realizadas.

Foto: javierbutragueno.wordpress.com
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Una obra tan interesante como la experiencia vital del también conocido como “Doctor Corazón”, la espiral de la vida de un sabio, un facultativo del amplio espectro del motor humano, el corazón, con todas las implicaciones que ello conlleva, porque Don Valentín no solo es un genio en la prevención, el diagnóstico, el tratamiento, y el estudio científico de la enfermedades cardíacas, sino que domina  aquellos otros aspectos metafísicos de un corazón humano.  Un sabio que ha dejado como legado su tremenda huella en los más importantes hospitales de Estados Unidos, como el Monte Sinaí y la Clínica Mayo de Minnesota. Como director general del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) en Madrid y presidente desde 2006 de la Asociación Mundial de Cardiología, pocas personas en el mundo han aportado tanta dedicación, investigación y conocimiento como el médico español. Sus más de 400 artículos sobre afecciones cardíacas y toda la literatura científica que ha escrito, así lo demuestran. Premio Príncipe de Asturias de Investigación y Ciencia de 1996, la figura de Don Valentín Fuster es sin duda la de una de los sabios de nuestro tiempo; por ello la citada publicación (El círculo de la motivación) es una de aquellas obras que pueden llegar a cambiar la vida de todo aquel que tenga la oportunidad de leerla y muy especialmente de ponerla en práctica.

Dr. Valentín Fuster / Foto: elpais.com
Dr. Valentín Fuster / Foto: elpais.com

En el círculo espiral del Dr. Fuster se reconocen todas las experiencias vitales propias, de pacientes y referentes, que ejercen como quía y ejemplo del camino correcto para no bajar los brazos jamás. Como suele decir Don Valentín, rendirse no es una opción y en el mundo actual sobran prisas y falta reflexión. Para el Doctor Corazón una actitud positiva es absolutamente clave para reconocer las señales y oportunidades que ofrece la vida. Las personas resueltas y optimistas aprenden de los infortunios y salen reforzadas de ellos. Los momentos duros no conducen entonces al resentimiento sino a la empatía, la generosidad y el empuje creativo. En referencia a ello una de las citas preferidas del Dr.Fuster es una de Confucio que dice “elige un trabajo que te apasione y no tendrás que trabajar un solo día de tu vida”. Es cierto que como decía Ortega y Gasset "yo soy yo y mis circunstancias", y no siempre se dan las circunstancias favorables, pero si se enfrenta un proyecto de vida con la actitud y el esfuerzo adecuado, se puede estar más cerca de trabajar en aquello que nos apasiona.

La vida es una tarea complicada y como afirmaba el poeta libanés Kahlil Gibran “del sufrimiento surgen las almas más fuertes. Los caracteres más sólidos están plagados de cicatrices” por ello existen verdaderos referentes humanos (transmisores de optimismo) que sirven como ejemplo para transmitir esa fortaleza, esa capacidad de reflexión y esa capacidad de sacrificio para encontrar la realización personal y profesional. En el deporte no hay nada mejor que un deportista paralímpico para comprobar la capacidad de superación, sacrificio y tenacidad. Son muchos los casos de futbolistas, ciclistas, tenistas o nadadores, que sin poseer las aptitudes físicas idóneas para competir al más alto nivel, lograron conseguirlo. Precisamente uno de los grandes referentes deportivos de Don Valentín Fuster fue el tenista ecuatoriano Pancho Segura. Un deportista que estuvo al borde de la muerte al nacer, y más tarde enfermó de malaria y raquitismo. Un joven con las piernas arqueadas, nada corpulento, pero que llegó a ser imbatible en la cancha.

Francisco Olegario Segura Cano nació en Guayaquil el 20 de junio de 1921 en el seno de una humilde familia. Pancho era el mayor de sus siete hermanos, pero ni por asomo fue el más fuerte, puesto que su nacimiento prematuro le ubicó desde que vio las primeras luces de la vida al borde de la muerte. Sus padres Domingo Segura y Francisca Cano, no apostaban mucho por la supervivencia de aquel chico débil y enfermizo acuciado por una precaria alimentación que golpeó seriamente la salud de un niño afectado por el raquitismo. El pequeño Pancho era un niño débil con una constitución física disminuida, las piernas arqueadas y unas condiciones nada propiciatorias para la práctica del deporte. Pero Pancho era un chico tremendamente especial, en su cabeza, su jovial personalidad y su natural optimismo no existían retos imposibles.

El Garrincha del tenis

Foto: www.puntodebreak.com
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La historia del ‘Garrincha del tenis’, es la de un chico de tez morena que comenzó a labrar su círculo de motivación en el viejo local del Guayaquil Tenis Club en el barrio del Astillero. En aquel club trabajaba su padre Domingo, se encargaba de acondicionar las canchas, montar las redes y repartir toallas a los jugadores. Desde muy niño vivió en ese ambiente y pronto se familiarizó con el ‘trabajo’ de pasabolas. Las arqueadas piernas que pusieron al mundo del tenis entre paréntesis, comenzaron a llamar la atención en el Guayaquil Tenis Club, aquel chico se ganaba la vida humildemente pasando bolas a unos jugadores que se sorprendían a menudo con la habilidad del pequeñajo. Era feliz en la tarea porque su pasión era el tenis, el mundo de la raqueta, un objeto con el que llegó a entablar una relación tan íntima que llegó a convertirse en una extensión de su cuerpo. Componiendo raquetas y encordados era un pequeño maestro, en su caso se podría asegurar que Francisco Segura llegó a tener tanta conexión con la raqueta como la que llegó a tener el maestro Paco de Lucía con una guitarra.

El círculo de la motivación de Pancho Segura

Nadie habría apostado un solo dólar por el maravilloso hecho de que aquel pequeño chico ecuatoriano de color trigueño se convertiría en uno de los mejores tenistas de su tiempo, mucho menos en un deporte tan elitista como el tenis en aquella época y con las peculiaridades físicas de aquel muchacho. En su caso se podría hablar de predestinación, pero como muy bien desarrolla el Dr.Fuster, Pancho Segura supo manejar a la perfección esa espiral, ese círculo de la motivación que se repite incesantemente a lo largo de la vida del ser humano. Igualmente y como desarrolla “Doctor Corazón” en su libro, es indispensable la aparición del tutor, ese guía, ese faro de luz que ayuda al talento a abrirse camino. En el caso de Pancho Segura se podría citar a Francisco Rodríguez Garzón, renombrado periodista del diario El Telégrafo que en abril de 1935 vio en acción al pequeño “pasabolas”.

Tan solo unos días después de verle en acción, redactó en la revista Semana Gráfica, las sensaciones que experimentó al ver a aquel chico jugar al tenis: “he visto coger una raqueta y jugar con singular habilidad a una muchacho de 13 años que lleva siete jugando, que responde, según entiendo, al nombre de Pancho Segura y que es pasabolas del Guayaquil Tenis Club, el centro de mayor amateurismo y consagración al tenis que tiene la ciudad. Se metió bien hondo en mi espíritu, apenas lo vi, aquel muchachito pata al suelo, sencillo, corrido, que cogió mayor temor cuando le dije que se hiciera retratar, que tenía temor que ‘los señores se disgusten’ y que no quiso hablarme mayor cosa de su afición al tenis, de su habilidad. Pero es que al hablar con los miembros del club de tenis he pensado en lo que puede hacer un muchacho que llegue, como sucede con uno de los mejores jugadores de Italia, a ser tan grande, que puede hacer que el país reciba impresiones máximas por su actuación en los courts”.

El fenómeno Segura del tenis latinoamericano

Foto: en.wikipedia.org
Foto: en.wikipedia.org

Pasaron tres años hasta que las vivas sensaciones que crearon en el periodista se hicieran realidad en una cancha de tenis, pues en 1938, con motivo de la estancia en Guayaquil del campeón de tenis de la Zona del Canal, J. G. Bloun, Panchito le sirvió de ‘sparring’. Un ‘sparring’ que cayó en el primer set, pero que le ganó sorprendentemente el segundo. Motivo por el cual y por iniciativa del presidente del club de Estero Salado, Ricardo González Rubio, se concertó la disputa de un partido. Un encuentro en el que Segura venció por 3/6, 6/3, 6/2 y 6/1, dando comienzo a la leyenda. A partir de este momento Pancho se convirtió en un fenómeno casi imparable, inició su andadura como tenista en la Copa Pichincha, que le dio posibilidad de disputar los I Juegos Bolivarianos en Bogotá. Unos juegos en los que fue un auténtico huracán derrotando incluso al campeón nacional Carlos Peñaherrera que perdió 6/4, 6/0, 5/7 y 6/4. En la final derrotó al campeón colombiano Jorge Combariza y Pancho Segura se convirtió en el número uno del país y en campeón bolivariano de tenis.

El que llegó a ser conocido como Pata de Loro, inició un periplo por las canchas de Latinoamérica en las que dio clases magistrales de tenis causando auténtica sensación. En febrero de 1939 debutó en la Copa Sudamericana de Tenis en Montevideo ante el mejor tenista de Sudamérica de la época, Lucilo del Castillo, rindiéndose finalmente el tenista argentino ante Segura, que disputó y venció en la final al uruguayo Esteban Harreguy. Una victoria sellada en un épico partido en el que el ecuatoriano volteó el marcador y se ganó el apodo de ‘el segador’ por parte de la prensa uruguaya, que quedó fascinada por su peculiar efectividad y habilidad para manejar la raqueta a doble mano. Cuando Pancho agarraba una raqueta era como si portara un Stradivarius, pues daba la sensación que formaba parte extensiva de su creación. Buenos Aires y Santiago de Chile se rindieron también a Segura, a la que Sudamérica se le quedó pequeña, siendo ya ídolo en su país, pues a cada regreso al Malecón de Guayaquil, era recibido en loor de multitudes.

El salto al circuito norteamericano

Todas estas circunstancias, unidas al apoyo de amigos como Juan Francisco Rojas, Juan Chérrez Gómez, y el tenista americano Elwood Cooke, propiciaron su aventura tenística en EEUU. Un período importante de actitud positiva, de viaje por el espiral de la motivación por el entonces complicado circuito amateur del tenis norteamericano. Su talento le permitió que la Universidad de Miami le reclutara, ofreciéndole una beca para estudiar y representar a la universidad, con la que llegó a convertirse en el mejor jugador universitario de USA, siendo campeón nacional durante tres años consecutivos entre 1943 y 1945. Segura emprendió un periplo de lucha deportiva y vital de ocho años, numerosos títulos hasta coronar con su primer contrato profesional, compartiendo ya estatus deportivo con los mejores tenistas del mundo de la época, como Jack Kramer, Pancho González, Frank Kovacs, Willy van Horn, Bobby Riggs y Frank Parker.  El salto al profesionalismo se produjo en 1947, circunstancia que le impidió competir durante un tiempo en los campeonatos de Grand Slam, uno de sus grandes sueños, pues tuvo que elegir entre sus necesidades económicas y la disputa de los citados torneos. Una decisión que no impidió que llegara a ser reconocido a nivel mundial. Entre 1950 y 1952 se convirtió en el primer tenista profesional en ganar el Campeonato de Estados Unidos en tres superficies distintas.

El golpe a dos manos de Pancho

Foto: www.puntodebreak.com
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Las peculiaridades físicas de Pancho Segura constituyen un claro ejemplo de esa frase que suele repetir con asiduidad Don Valentín Fuster: “rendirse no es una opción”. En su caso supuso todo lo contrario, constituyeron una motivación y modelaron la personalidad de un tipo tremendamente positivo y un tenista ciertamente especial, único, porque tuvo que recurrir a una serie de recursos para competir a primer nivel. Pancho Segura está virtualmente considerado como el inventor del  golpe de revés y drive a dos manos. El “forehand” a dos manos de Segura fue acogido con tremendamente extrañeza por los jugadores, que quedaron ciertamente sorprendidos con su efectividad. Es más su gran rival, un tenista de la reconocida valía del legendario Jack Kramer llegó a decir, que aquel golpe de Segura era el mejor existente en el tenis de aquella época. Era un auténtico espectáculo verle buscar profundidad con ángulos imposibles, delicados “drop shots” y “globos milimétricos”. Sus rivales quedaban hipnotizados ante la capacidad de adaptación y superación de Segura para jugarles a su nivel, la genialidad y poderosa respuesta de un tenista con un físico pequeño.

Campeón del mundo de tenis

Foto: http://anecdotasdeldomingo.blogspot.com.es/
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Pancho Segura figura en la enciclopedia del tenis mundial, del estadounidense Bud Collins, como uno de los mejores jugadores de la historia. Collins cita las sensaciones que causó la llegada de Segura al concierto tenístico estadounidense, su jovial carácter, su actitud tremendamente positiva, contrastando con sus limitaciones físicas. Triple campeón de Estados Unidos, a lo largo de su carrera conquistó 17 campeonatos entre 1943 y 1958, todos ellos en una época en la que el tenis vivía el proceso de transformación del amateurismo al profesionalismo. Especialmente significativa fue la gesta conseguida en 1950 en el Skating Club de Cleveland, Ohio, en la disputa del campeonato del mundo de profesionales. Segura se deshizo del vigente campeón Jack Kramer en un maratónico partido, pero lo realmente épico fue lo vivido en la final ante el gigante Frank Kovacs, un tipo con 2.10 metros de estatura. Un imponente titán del tenis al que Segura hizo correr más kilómetros que en toda su vida. Un partido a cinco sets en el que Kovacs sufrió de tal manera, que Segura permitió que descansara durante unos minutos en los vestuarios, reponiéndose físicamente. Pero a su regreso, Pancho siguió minando de tal forma a Kovacs que tuvo que regresar a vestuarios para no volver. De hecho de aquellos vestuarios regresó el colegiado Ned Brown, con la noticia de la retirada definitiva del partido del tenista norteamericano. De esta forma, Pancho Segura, el pequeño gigante ecuatoriano se consagró como el primer tenista latinoamericano en convertirse en campeón del mundo de tenis. Un título que revalidó en 1951, cuando derrotó a Pancho González en las canchas de Forest Hill.

En poco tiempo Pancho Segura pasó de percibir unos emolumentos de 300 dólares semanales a percibir 50.000 al año, pero Segura jamás dejó de ser aquel humilde pasabolas de piernas arqueadas que era feliz en el Guayaquil Tenis Club del barrio del Astillero. En cuanto a los torneos de Grand Slam, llegó como amateur a cuatro semifinales del Abierto de los Estados Unidos  (1942-45), siendo finalista en dobles en Roland Garros en 1946, y disputando la final de dobles en 1944 y dobles mixtos en 1943 y 1947 en el US Open.

Ejemplo vital, el endeble tallo silvestre que se convirtió en roble

En 1970, a la edad de 49 años llegó a jugar el US Open, jugando su último partido oficial en dobles en el mismo torneo en 1975, a los 54 años de edad. A su retirada se dedicó a ejercer como profesor de tenis en el Beverly Hills Tennis Club, teniendo como alumnos a una gran cantidad de celebridades de la política, el mundo del cine y la canción norteamericana. En 1971 se trasladó a la Costa Resort y como no podía ser de otra manera, siguiendo las pautas del círculo de motivación del Dr. Fuster, se convirtió en tutor de un tenista llamado Jimmy Connors, a quien su madre Gloria llevó para darle los consejos cruciales que le permitirían convertirse en una leyenda del tenis.

En 1984 ingresó con todo merecimiento al Salón de la Fama del Tenis Internacional en Newport (Rhode Island). Y a pesar de esa infancia enfermiza, de que sus padres casi perdieron la esperanza de que aquel niño prematuro saliera adelante, demostró durante toda su vida que el endeble tallo silvestre era tan fuerte como un roble. De hecho hoy día es un venerable nonagenario, una leyenda del tenis y un ejemplo vital de cómo moverse por los cuatro cuadrantes del círculo del Dr. Fuster: pasividad, frustración, motivación y satisfacción. Segura tuvo la capacidad para alcanzar un estado de ánimo ilusionado y activo pese a las dificultades. Tuvo una actitud positiva, aceptó quién era, se mostró como tal y demostró a lo largo de toda su vida, su autenticidad y altruismo.