Los huevos de Fabergé: joyas para los zares de Rusia
Algunos de los huevos realizados por el maestro Carl Fabegé y su taller. (www.news.artnet.com)

Regalar huevos de Pascua es una larga tradición de cientos de años en el este de Europa y sobre todo en Rusia, donde la Pascua ortodoxa es la fiesta religiosa más importante del año y en donde cobra protagonismo este símbolo de nacimiento y resurrección. En 1885 el zar Alejandro III ordenó a la casa Fabergé el primer huevo imperial para su esposa Maria como un regalo de Pascua, y así hizo durante los siguientes años hasta su muerte a los 49 años, en 1894. Desde 1895 hasta 1916, su hijo, el zar Nicolás II, siguió con la tradición empezada por su padre, pero esta vez en vez de uno serían 2, uno para su mujer Alexandra y otro para su madre. Debido a los levantamientos de la Revolución de 1917 nunca se ha sabido a ciencia cierta cuantos huevos había pero algunos especialistas deducen que podrían haber sido entre 54 y 57 huevos. Algunos se perdieron irremediablemente durante la Revolución pero actualmente alrededor de 45 se atesoran en museos y colecciones privadas. En una subasta de 2004, algunos se llegaron a comprar por 18 millones de euros. 

No se sabe muy bien por qué Fabergé comenzó a realizar esta incomparable serie de huevos de alta joyería y trabajo para los zares de Rusia. Se sabe que el zar Alejandro III admiraba muchísimo el trabajo del artista y que ya había comprado algunas de sus obras anteriormente.

Peter Carl Fabergé nació en San Petersburgo en 1846. Su familia era francesa pero por persecución religiosa tuvieron que dejar Francia y emigrar hacia Rusia. Su padre Gustav, que era joyero, abrió una joyería en 1842. Su hijo Carl comenzó su educación en San Petersburgo pero cuando su padre se jubiló en 1860 y se fue a Dresde, él continuó sus estudios allí y en Frankfurt. Después viajó a Italia, Inglaterra, Francia, donde recibió formación en el arte de la joyería.

En 1870 Fabergé volvió a San Petersburgo y junto a su hermano Agathon volvió a abrir la tienda de su padre bajo su firma y sus patentes. 2 años después se casó y tuvo 4 hijos que también siguieron con el negocio familiar. El negocio fue tan bien que abrieron varias tiendas más, una en Moscú en 1887 y otra en Londres en 1906. La casa Fabergé continuó creciente hasta que la I Guerra Mundial y la Revolución Rusa se hicieron sentir. Se vieron obligados a cerrar para siempre por un comité político en 1918 y poco tiempo después él y su familia emigraron a Suiza, estableciéndose en 1920 en Lausanne, donde murió en septiembre de ese mismo año.

La clientela de la casa Fabergé incluía desde la realeza hasta la aristocracia de Europa y Rusia realizando todo tipo de objetos de lujo: cajas de cigarrillos, miniaturas, broches, collares, vajillas… Su reputación se hizo tan alta que recibió encargos hasta del rey de Siam en Tailandia. En realidad, él se encargaba de realizar los diseños de todas las piezas, incluidos los huevos para los zares de Rusia, aunque la fabricación quedaba en manos de los profesionales y artesanos de su taller que trabajaban minuciosamente las piezas. En los mejores tiempos la casa Fabergé llegó a emplear hasta a 500 trabajadores. Gracias que muchos de ellos están firmados podemos saber los nombres de algunos de ellos, como Erik Kollin o Michael Perchin.

Gracias a la enorme creatividad e ingenio del artista, Fabergé logró producir numerosas y originales variaciones y así lograr piezas únicas de diferentes tamaños y materiales. Para fabricar el huevo en sí usaba oro y a veces en combinación con plata, platino y piedras preciosas como cristal, jaspe, ágata o jade y técnicas como la incrustación o el esmaltado.

Cada huevo imperial tenía su propio tema. Algunos eran puramente personales, otros hablaban sobre hechos históricos contemporáneos o pasados, o también sobre desarrollos tecnológicos. A parte de la impresionante apariencia externa, todos los huevos tenían una sorpresa al igual de fascinante. Como podían y debían sacarse en ocasiones para poder apreciarlos enteramente, muchos de ellos fueron robados dejando el cascarón vacío.  

El primer huevo imperial

El primero de todos los huevos fue “bastante simple” y consistía en un pequeño huevo esmaltado en blanco, no mucho más grande que un huevo de gallina real y que contenía una miniatura en oro de este animal.

El huevo imperial de la Resurrección

Este huevo es muy especial por el tema que trata. Normalmente estamos acostumbrados a ver este tipo de temas en pintura y escultura, pero no a tan pequeña escala en un recipiente así. Consiste en un huevo de cristal translúcido, como si fuera una de esas bolas de nieve de Navidad, y en su interior se encuentra una pequeña escultura de la Resurrección, con Cristo en el medio y dos ángeles a los lados. El huevo se encuentra sobre una especie de peana colorida con esmaltes, incrustaciones de diamantes y perlas.

Huevo imperial del Pamiat Azova

El huevo del Pamiat Azova es una auténtica maravilla y es uno de mis preferidos. Antes de convertirse en zar, Nicolás II hizo un viaje alrededor del mundo entre 1890 y 1891 en el barco Pamiat Azova. El huevo consiste en una pieza de jaspe verde oscuro con decoración de volutas en oro e incrustaciones de diamantes. El huevo se abre horizontalmente en dos espacios asimétricos para acomodar la sorpresa, que es una miniatura del barco flotando en aguamarina realizado en oro y platino.

Huevo imperial del palacio danés

Otro de lo más bonitos es el llamado del palacio danés. Se trata de un huevo esmaltado en rosa pastel y delimitado en paneles por gruesas líneas de oro y diamantes y coronado por un cabuchón de esmeralda. En su interior podemos encontrar la sorpresa, que en esta ocasión de trata de una sucesión de pinturas en paneles que se doblan y se despliegan con escenas de los palacios y yates daneses.

Huevo de la Coronación 

El huevo de la Coronación es un regalo del zar Nicolás II a la zarina Alexandra en la Pascua de 1897. En su interior se encuentra un carruaje en miniatura que conmemora su coronación en 1896. Tanto el exterior como el carruaje están realizados en oro, esmaltado e incrustación de diamantes.

Huevo imperial del Transiberiano

A día de hoy Rusia sigue siendo un país muy ferroviario y esta larga tradición se remonta a la época zarista. La inauguración del Transiberiano en 1900 después de 9 años de construcción fue un hecho muy importante que el zar Nicolás II quiso dejar reflejado en este huevo. Por fuera está decorado con motivos geométricos en oro sobre un fondo esmaltado en verde oscuro, con una inscripción conmemorativa y con dos grifos sujetándolo, pero lo mejor está en el interior. Al abrirlo se encuentra una reproducción exacta del transiberiano realizada en platino y oro. La pieza incluso está articulada y se pone en movimiento al insertar por un orificio una pequeña llave de oro.

Huevo piña

Se trata de un huevo que simula la apariencia de una piña en un color azul eléctrico con medias lunas en plata y con incrustaciones de pequeños diamantes. Lo más interesante está en el interior y por suerte se ha conservado: se trata de un pequeño elefante con colmillos de marfil, esmaltado y con incrustaciones de diamantes que al igual que el tren del transiberiano es articulado y se pone en funcionamiento con una pequeña llave de oro.

Huevo imperial palacio Gatchina

El palacio Gatchina, localizado 25 millas al sur de San Petersburgo, fue el hogar de Maria Feodorovna y su familia durante el reinado de su marido el zar Alejandro III ya que ella quería vivir alejada de la ciudad. En este huevo encontramos una réplica exacta del palacio realizado en 4 colores y tipos de oro y con decenas de detalles.

Huevo imperial de la catedral de Uspensky

Quizá el que más impresiona a la vista y con este terminamos nuestro recorrido es el huevo imperial de la catedral de Uspensky. Es una pieza sacada prácticamente de un cuento de hadas y representa la catedral en la que los zares Nicolás II y Alexandra fueron coronados el 26 de mayo de 1896. Sobre una base de onyx se levanta la estructura de oro, esmaltado e incrustaciones terminada con la cúpula dorada típica de los templos ortodoxos rusos. Incluso podemos ver detalles como pequeños relojes y pinturas en su exterior. Con la llave que se encuentra en su extremo inferior izquierdo podemos hacer sonar una melodía. 

Fuente y fotografías: Pfeffer, Susana: Fabergé eggs: masterpieces from czarist Russia. 

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